Por Joaquín Oliva
En el mes de abril en la ciudad de Bilbao, País Vasco, se desarrollaron las Jornadas de Participación, Investigación Acción y Desarrollo Comunitario organizadas por el grupo de investigación Parte Hartuz. Más de 50 investigaciones, paneles con personas expertas de talla mundial y debates, dieron vida a profundas reflexiones que inspiran y cuestionan nuestra práctica como personas facilitadoras de cara al futuro. En este artículo comparto mis apuntes, analizo algunas tendencias y su relación para el caso de Chile y realizo preguntas sobre los futuros posibles de la participación ciudadana en el mundo.
La participación y la democracia (en crisis)
Inevitablemente, el concepto de participación está intrínsecamente relacionado al poder. La participación en cada espacio o proceso se definirá, entre muchos otros aspectos, por el grado de incidencia que tengan en la toma de decisiones. Esta idea es central, en tanto ofrece, a nivel de sociedad, un marco de análisis sobre el rol de la ciudadanía en el poder político y sus instituciones. Es decir, se puede afirmar que lo que se aprende, se enseña, se teje alrededor de la participación tiene que ver con la convivencia democrática. Parece prudente entonces reconocer que la calidad de los procesos y resultados de los mismos puede tener un impacto significativo en la salud de la democracia.
Las jornadas comenzaron con una pregunta de alerta: ¿Estamos en un ciclo de retroceso democrático? (Democratic backsliding, en la literatura angloparlante). Si bien hay debate respecto a qué, cómo y con respecto a cuándo se realizan estas mediciones, diversas encuestas como Democratic Index, Latinobarómetro y The Freedom House coinciden en una tendencia negativa sobre la salud democrática en el mundo. Para tener una idea, The Freedom House estimó que durante el 2020 el 75% de la población mundial vivió un deterioro en sus democracias, en donde los países definidos como “libres” alcanza el menor registro desde 2005, mientras que los “no libres” el mayor.
Posibles manifestaciones de la crisis en Occidente y en Chile
Durante las ponencias, un elemento central para explicar este fenómeno es la crisis de la representación, que a grandes rasgos apunta a los problemas derivados de la desconexión y desconfianza entre las personas elegidas como representantes políticos y la sociedad en su conjunto en un contexto global de alta volatilidad y fragmentación. Para comprender esta crisis, Yanina Welp sugirió realizar un análisis no sólo vertical, sino también horizontal de la ruptura entre los partidos políticos y la ciudadanía. El análisis vertical revela una dificultad de los partidos por articular demandas ciudadanas. Mientras que el análisis horizontal indaga en el modo en que funcionan los partidos, revelando una dinámica que genera incentivos perversos, siendo más rentable polemizar, llamar la atención o inhibir la reflexión, y en donde la oposición tiene más incentivos en obstruir que en hacer alianzas. Este análisis horizontal a nivel de partidos es profundizado en su columna “Sin partidos la democracia no funciona; con estos partidos, tampoco”. En este aspecto, me parecería interesante integrar al análisis la pregunta de si cada partido dentro de sus estructuras internas promueve prácticas democráticas, y si las hay, cómo éstas inciden en la confianza entre las personas de altos cargos y sus bases. Por su parte, el análisis horizontal a nivel de sociedad propuesto tampoco es alentador, ya que “las mismas encuestas muestran una caída en la confianza interpersonal, esa que sentíamos hacia las vecinas y vecinos de al lado” enfatizó Yanina Welp.
En Chile hay evidencia actualizada que parece coincidir con estos patrones. “Chile, ya no solo posee altas tasas de desconfianza interpersonal, sino que, además, aumenta la desconfianza institucional. Esto es gravísimo, pues, en un país donde los ciudadanos privilegian sus vínculos privados por sobre los sociales, ¿quién vela por lo público?”, apuntó Diana Aurenque en su columna del 21 de abril de 2023 a partir de la Encuesta Bicentenario realizada por el Centro de Políticas Públicas de la UC.
Posibles soluciones: los mecanismos de participación e innovaciones democráticas en el mundo y en Chile
A lo largo de la historia han existido múltiples intentos, mecanismos o instancias de participación con el objetivo de facilitar la implicación de la ciudadanía en las decisiones de la esfera pública. Muchas de estas experiencias provienen de la idea de la Democracia Participativa, y muchas otras han sido definidas en la academia como Innovaciones Democráticas. Durante las jornadas se reflexionó en torno a los éxitos, fracasos y debates de los principales mecanismos ejecutados principalmente en Occidente: los Presupuestos Participativos, las Asambleas Ciudadanas (también conocidos como Mini Públicos), las Gobernanzas Colaborativas y la Democracia Directa o Referéndums. La profundización sobre las definiciones y alcances de las distintas Innovaciones Democráticas son desarrolladas en el artículo “El mapa de la Innovaciones Democráticas” y muchas experiencias en Latinoamérica pueden ser localizadas en la Plataforma Latinno.
Un elemento central para analizar una innovación democrática radica en quién convoca el proceso, o desde dónde nace, refiriéndose a si es una iniciativa proveniente de la institución (“por invitación”) o de la ciudadanía (“por irrupción”). El largo proceso de la nueva constitución de Chile ha sido un escenario propicio para la proliferación de diversas e inéditas instancias de participación ciudadana que pueden ser útiles de analizar para futuras experiencias. El Reporte Especial de El Ciudadano, reúne y analiza tres hitos clave en materia de participación que han ocurrido en el marco de la nueva constitución. El primero fue el proceso de consulta ciudadana del Gobierno de Bachelet (2014-2018), en donde cerca de 200.000 personas participaron en “Encuentros Locales Autoconvocados” y “Cabildos Provinciales y Regionales”. El segundo suceso fueron los innumerables cabildos y asambleas auto convocadas en el marco del Estallido Social. El reporte analiza los resultados de una sistematización de 1.233 cabildos en 211 comunas a lo largo del país entre octubre de 2019 y marzo de 2020. La tercera experiencia que se describe fue el conjunto de iniciativas que se originaron desde la Convención Constituyente (2021-2022) (las Audiencias públicas, el Programa de Educación Popular Constituyente, la Consulta Indígena y la Consulta al Pueblo Tribal Afrodescendiente, entre otras). Pero lo que más se puede destacar fueron las Iniciativas Populares de Norma, en las que participaron cerca de 1 millón personas, presentando alrededor de 2.000 iniciativas, de las cuales 78 de ellas lograron los votos para ser obligatoriamente discutidas por la Convención Constituyente.
Riesgos y amenazas de los mecanismos de participación
Como bien sabemos, la vocación de mejorar la democracia desde adentro no está, ni estará, exenta de complicaciones. En las jornadas se hizo énfasis en tres amenazas principales que enfrenta el avance de los mecanismos de participación a nivel global: El primero es el caso de China, cuya propuesta de sistema político de partido único se ofrece como una alternativa que parece ser más eficiente para la ejecución de políticas. El segundo, es la guerra en Ucrania. Si bien hoy hay en marcha conflictos bélicos de larga data que no se analizan con igual importancia, lo relevante para este análisis es que lo que sucede en Ucrania puede ser un incentivo a asimilar como una solución razonable el uso de medidas urgentes, ágiles y violentas por parte de los gobiernos. La tercera amenaza y a la cual se dedicó más tiempo es sobre la posibilidad de instrumentalización de los gobiernos sobre los mecanismos de participación. Yanina Welp advirtió sobre “la intención (de gobiernos o grupos de interés) de vaciar de contenido el espacio deliberativo con otros fines”. Por su parte, Azucena Morán apuntó que “dependiendo el contexto, los mecanismos de innovación democrática pueden servir para perpetuar autoritarismos”, precisando que la participación que nace desde las instituciones “no debiese buscar reemplazar la movilización social”. Mientras que Oliver Escobar y Adrián Bua plantearon la idea de la “paradoja participativa: proliferan los procesos oficiales de participación, pero aumentan las desigualdades sociales” y de la “burocratización neoliberal de la participación”, respectivamente.
Uno de los principales debates que queda sobre la mesa nace a la hora de analizar el llamativo interés por las Asambleas Ciudadanas o Mini Públicos que se vive en Europa y Norte América en la actualidad. Por un lado, este interés recuerda la experiencia de la ola de los Presupuestos Participativos en Occidente, cuya masiva proliferación trajo también una pérdida de la calidad y profundidad de los mismos, muchos muy alejados de la inédita experiencia realizada en Porto Alegre, Brasil, en los 90’s.
Por otro, los Mini Públicos ofrecen un componente atractivo e interesante a tener en cuenta: la elección por sorteo de sus participantes. Esta característica refuerza la idea de una muestra representativa, aleatoria e imparcial de la población que busque una participación entre personas comunes, en clave igualitaria y que trabajan por un bien común, una idea originaria de la democracia.
Algunos futuros posibles de la participación
El contexto global de alta volatilidad y fragmentación da cuenta que la generación de asambleas ciudadanas y de otras innovaciones democráticas podrán tener fines diversos. ¿Cuáles podrían ser las rutas posibles? Yves Sintomer planteó que el desenlace del mecanismo por sorteo será motivado por tres imaginarios posibles, algunos de ellos antiguos, que conviven y compiten entre sí: la Democracia Deliberativa, la Democracia Antipolítica y la Democracia Radical.
Definidos en profundidad en “Tres imaginarios del sorteo en la política”, a grandes rasgos la Democracia Deliberativa se nutre del valor que tiene un proceso de deliberación transparente, informado e inclusivo, “en donde los conflictos se solucionan horizontalmente”. Por su parte, la Democracia Antipolítica nace inspirada de frases como “el problema son las élites”, “que se vayan todos” o “cuando se vayan los políticos podremos gobernar sin conflictos, sin partidos, o sea sin problemas”. Mientras que la Democracia Radical propone “pensar el cambio social como un conjunto de conflictos entre actores con diferentes relaciones de poder”. ¿Podrían estos tres imaginarios proyectar, a la vez, los caminos posibles del resto de los mecanismos de participación? De ser así, ¿Cuál de los diferentes imaginarios democráticos (Deliberativo, Antipolítico y Radical) está influyendo con mayor protagonismo en mi comunidad, país o región?
En definitiva, la pregunta sobre si las innovaciones democráticas (o mecanismos de participación en general) son herramientas útiles para fortalecer y mejorar las democracias desde adentro, sigue abierta. El auge de las Asambleas Ciudadanas o Mini Públicos en Europa y Norte América puede servir al resto del mundo como una invitación a reflexionar sobre los principios e ideales sobre los cuales se está ejecutando y soñando la participación.